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"When I hear the music, all my troubles just fade away/ When I hear the music, let it play, let it play",

"Let it Play" by Poison.

viernes, 29 de abril de 2011

Capítulo VIII. Revelaciones (Parte 1)

Bueno, chic@s, aquí os traigo la primera parte del capítulo 8. Si estoy publicando tanto estos últimos días (aparte de porque estoy inspirada XD), es porque estoy de vacaciones. No obstante, en cuanto vuelva al instituto, con los exámenes finales, selectivo, deberes, y torturas varias, no podré escribir tan a menudo. Así que, voy a aprovechar al máximo estos 4 días que me quedan para escribir. En cuanto al capítulo de hoy, es más corto y menos intenso que los otros, pero no por ello menos interesante. Como ya dije, esta historia no se centra sólo en los personajes principales, y éste capítulo es una buena prueba de ello. Para los que os guste el personaje de Iuta, vais a poder averiguar más cosas de su vida, y poder conocerla un poco mejor. En fin, no me enrollo más. Disfrutad del capítulo. ¡Un beso!



Iuta
Leonard se alejó de mí, arrastrando a Victoria con él, y dejándome con la palabra en la boca, como era su costumbre. Él y su amiguito Tom eran tal para cual. No le daban a nadie opción a disculparse. Claro que no era su actitud la que más me había dolido, pues ya estaba acostumbrada a sus desplantes. Fue el rostro de Victoria, cubierto por el velo de la indiferencia más absoluta, lo que me dejó clavada en el sitio. No se había molestado ni en dirigirme la palabra. Ni siquiera para insultarme, como había hecho Leo. Su rostro decía claramente: “No voy a rebajarme, hablando con un deshecho como tú”. 
           
Algunas solitarias lágrimas comenzaron a rodar por mis ojos. Sería mejor que saliera del agua, antes de que algún inoportuno turista me preguntara si estaba bien. Después, me calmaría, iría a la farmacia a comprarle las medicinas a mi padre, y volvería a casa, para cuidarle hasta que mi hermana Angela volviera de clase. Más tarde, después de cenar, me iría a trabajar al bar hasta que cerraran, y luego a casa a dormir, que al día siguiente tenía que madrugar. Necesitábamos el dinero, y ahora que mi hermano se había quedado sin trabajo, yo era la que tenía que sacar adelante a la familia. Por eso, mi tía había conseguido que el dueño del supermercado donde ella trabajaba, accediera a contratarme por las mañanas. Cómo había conseguido aquello no lo sabía, ni quería saberlo. Bastante tenía yo ya con mis problemas, como para encima preocuparme por cómo complacía mi tía a su jefe.
           
Salí del agua y me sequé con la toalla, antes de meterla de nuevo en la mochila. Me vestí deprisa, pues se me había hecho muy tarde y no quería que mi padre se preocupara. Estaba muy enfermo, y cualquier sobresalto para él podría ser mortal. De camino a casa me encontré con Úrsula, quien, cuando hice ademán de saludarla, me giró la cara.
           
“Maravilloso. Hasta Úrsula está en mi contra”.
           
Seguí andando, tratando de pasar por alto aquel pequeño detalle. ¡Diablos, de nuevo me estaban entrando ganas de llorar! No podía dejar que ni mi padre ni mis hermanos me vieran en ese estado. En especial, mi hermano Hans, pues sería capaz de ir a partirles la cara a todos con tal de hacer que me sintiera mejor. Y definitivamente, aquello no sólo no me ayudaría a estar mejor, sino que me haría sentirme mucho más miserable.
           
— Buenas tardes — saludé cuando entré en la farmacia, tratando por todos los medios de disimular que había estado llorando recientemente.
           
— Buenas tardes, Iuta — replicó el dependiente, un señor de más o menos la edad de mi padre, con una hermosa y lustrosa cabellera blanca, y un bigote muy gracioso. Sólo había hablado con él en contadas ocasiones, pero me daba la impresión de que era un trozo de pan.
           
Venía a por las medicinas de mi padre…
           
— Oh, cariño, no te molestes — me interrumpió el hombre —. Tu hermano se las he llevado esta misma mañana.
           
¡¡¿¿Mi hermano??!! ¿Mi hermano le había hecho un favor a mi padre? Sí, habría que marcar ese día en el calendario como fiesta nacional.
           
— Esto… Vale, gracias.
           
Tras despedirme del dependiente con una sonrisa amable, continué mi camino, sin dejar de darle vueltas al asunto de mi hermano. Él nunca se había llevado bien con mi padre, y desde que nos mudamos a Estados Unidos, apenas si hablaba con él. Hans nunca quiso irse de Alemania, porque allí tenía a sus amigos, su grupo de rock, en definitiva, su vida, y culpó a mi padre de haberle arrebatado todo eso de un plumazo. Claro que, si bien todo eso era cierto, mi padre no tuvo otra opción. En Alemania no tenía trabajo, y en Estados Unidos vivía su hermana y su primo, quien le consiguió un trabajo respetable en la fábrica donde él mismo trabajaba… Claro que eso fue antes de caer enfermo de cáncer. Ahora apenas si podía levantarse de la cama.
           
Llegué a mi casa cinco minutos después. “Los cinco minutos más largos de toda mi vida”, pensé con sarcasmo. Pero lo cierto es que los trayectos sin música siempre se me hacían eternamente insoportables. De nuevo, me había dejado el walkman olvidado encima de la cama, y había tenido que andar todo el camino de vuelta a casa soportando el bullicio de la ciudad. Ésa era una de las cosas que detestaba de California. Demasiado ruido, demasiada gente.
        
— ¡Ya estoy en casa! — anuncié, al tiempo que cerraba la puerta de entrada de un puntapié.
           
— Hola, Iuta — me saludó mi hermano desde el salón. Como siempre, tenía una cara de perro rabioso que incluso a mí, su propia hermana, me acojonaba bastante.
           
— ¿Qué tal estás, herma…?
           
No me dejó terminar la frase. Se levantó del sillón como un torbellino, y se plantó frente a mí, con la mandíbula tensa y los ojos chispeantes de ira.
           
— Ha vuelto a llamar tu… “amiga”.
           
“Emma”, pensé automáticamente. No había duda por la cara tan “alegre” que había puesto mi hermano, era ella.
           
— Ah — repliqué, fingiendo indiferencia —. ¿Y qué quería?
           
— ¡Sabes perfectamente lo que quería! — replicó, alzando más de la cuenta su tono de voz. Un segundo después, cuando pareció recordar que en aquella casa vivía una persona enferma, y que esa persona era precisamente nuestro padre, trató de relajarse un poco. Después, añadió —: Casi prefería al cabrón pelirrojo. Por lo menos, era un hombre.

Aquella respuesta fue como si me clavara un cuchillo afilado en el abdomen, retorciéndolo, desgarrándome las paredes del estómago. Destrozándome por dentro. De nuevo, sentí unos deseos irrefrenables de echarme a llorar, pero no iba a darle ese gusto al cabrón de mi hermano.

— Si estás frustrado porque Leonard y Tom no quisieron contratarte, no lo pagues conmigo, “hermanito”. El único culpable de que no consiguieras el puesto fuiste tú. No sólo eres una bestia impredecible y amargada, sino que como músico das pena. Es más, nunca conseguirás tocar en un grupo medianamente aceptable porque tu forma de tocar la batería da asco.
           
Todo el dolor y la rabia que había acumulado a lo largo de la semana acababan de estallar, allí, en el salón de mi casa, contra el imbécil de mi hermano. Hans se quedó mirándome boquiabierto, como si no me reconociera. Lo cierto es que nunca le había replicado ni a mi hermano ni a mi padre, pero siempre tiene que haber una primera vez para todo, ¿no?
           
— ¡La única razón por la que no me admitieron en el grupo fue porque ese cabrón pelirrojo quería aprovecharse de ti y tú no le dejaste! — gritó Hans fuera de sí.
           
— ¡No, maldito imbécil! — repliqué yo, igualando su tono — Yo ya me había acostado con Leonard. De hecho, salimos juntos durante dos meses, y si no fuera porque soy lesbiana, ¡Sí, entérate bien! ¡Lesbiana!, jamás lo habría dejado escapar. Porque Leonard es un hombre realmente maravilloso… A diferencia de ti.
           
Esperé una ácida réplica por su parte, pero ésta no llegó. Por increíble que parezca, había dejado a Hans sin palabras.
           
— ¿Qué ocurre, chicos? — se oyó la débil voz de mi padre desde el vano de la puerta — ¿Por qué os estáis peleando esta vez?
           
Yo me di la vuelta en su dirección de forma automática. Estaba agarrando el marco de la puerta con sus huesudas manos, como si su vida dependiera de ello. El pijama que se había puesto esa misma mañana, y que en otros tiempos le había estado pequeño, le quedaba ahora muy holgado. De hecho, mi padre parecía Pulgarcito metido en una ropa de gigante. No quedaba ya rastro de su hermosa cabellera dorada que mi hermano Hans y yo habíamos heredado, y su piel estaba muy demacrada. Fue entonces cuando comprendí que las palabras del médico no habían sido ningún desatino. Mi padre tenía un pie y medio puesto en la tumba.

           
Tom 
— “You can reduce me to tears with a single sight/ Every breath that you take/ Any sound that you make is a whisper in my ear/ I could give up all my life for just one kiss/ I would surely die if you dismiss me from your love/ You take my breath away…”
           
Sí, tengo que admitir que siempre me ha gustado cantar en la ducha. Y ahora que Leo no estaba en casa, aproveché para cantar una de Queen… Porque si mi colega llegaba a enterarse de que había estado cantando una canción de su grupo favorito, justo un día después de haberlo criticado deliberadamente, perdería su respeto irremediablemente.
           
Me enjaboné el pelo con el champú que le había mangado a Marty la noche anterior en su casa. ¿Qué queréis que os diga? La vida de un músico es dura, y no se puede ir derrochando el poco dinero que tenemos en pijadas tales como el gel o el champú… Es mucho mejor “cogerlo prestado sin permiso” de casa de un amigo. Y más aún si la esposa de ese amigo en cuestión utiliza un champú con olor a rosas, que purifica y resalta la belleza innata de una hermosa e indómita cabellera heavy.
           
¿Lo he vuelto a hacer, verdad? He vuelto a recargar la narración con adjetivos superfluos. En fin, lo siento. Pero es innegable que no he nacido para esto de escribir. Se me da mucho mejor tocar el bajo y pinchar a la gente…
           
En fin, como iba diciendo, me enjaboné el pelo con el champú de rosas de Úrsula (¿Qué queréis que os diga? Me van los productos de primera calidad), y seguí canturreando un poco hasta que terminé de ducharme. Cuando salí de la ducha, me cubrí el cuerpo de cintura para abajo con mi toalla y me puse las zapatillas de estar por casa. Justo cuando estaba a punto de salir del baño para dirigirme a mi habitación, oí la llave en la cerradura.
           
Aquello no me preocupó. Leo y yo llevábamos algo más de medio año viviendo juntos, y como ninguno de los dos era gay, no había peligro alguno en que nos paseáramos por el piso como más cómodos nos sintiéramos. Y no sé si lo he mencionado ya, pero tengo antepasados nórdicos, con lo que no es difícil adivinar de qué forma me sentía yo más cómodo por casa…
           
En fin, tanto si habéis pillado la broma, como si no, continuaré con la narración. Justo en el momento en que salí del baño, sin más cobertura que mi toalla de baño, la puerta de entrada a la casa se abrió. Y como podréis imaginar, mi colega no venía solo… ¡Sorpresa! Victoria iba a su lado.
           
Cuando me vio aparecer en escena, Vicky soltó un gemido de sorpresa, y yo no pude evitar soltar una carcajada.
           
— Ey, Vicks, ¿te gusta lo que ves? — le pregunté, lanzándole una mirada pícara.
           
Ella apartó la mirada de forma inmediata, y la mueca del rostro de Leonard me mostraba que no estaba muy feliz de haberme encontrado en ese estado… ¿Qué puedo decir? A mí aquella situación me parecía tremendamente divertida.
           
— Tío, ¿por qué no te vas a la habitación a ponerte algo de ropa? — me exigió Leonard, de muy mala hostia.
           
Yo me quedé mirándolos a los dos, dedicándoles mi habitual sonrisa traviesa.
           
— Claro. ¿Victoria, quieres acompañarme a mi cuarto para ayudarme a elegir la ropa? Creo que me vendría muy bien… tu ayuda.

miércoles, 27 de abril de 2011

Nueva encuesta en el blog: ¿De qué "team" eres?

El motivo de esta entrada era para informaros de que la encuesta que había antes ("¿Con quién crees que se quedará Victoria?"), la he suprimido y cambiado por otra ("¿De qué team eres?"). Me adelanto a vuestras preguntas diciendo que no, esta encuesta no es una "parida", es que hablando en el tuenti con una de las seguidoras de la historia (Esther), he llegado a la conclusión de que tiene más sentido esta encuesta que la anterior. Los comentarios de las entradas reflejan que las seguidoras están divididas entre Tom y Leonard, y yo, que soy muy curiosa, quiero saber cuál de los chicos gusta más. Aprovecho también para contestaros a las preguntas que me dejasteis en los comentarios del otro día: Sí, lo de Hans era broma XD. Lo puse en la encuesta para despistar a la gente, pero veo que no ha colado XD. En fin, que no me enrollo más. Sois libres de votar a favor de uno u otro "team", o bien si no os gusta ninguno de los dos. ¡Un beso, chicas, y gracias por seguir la historia!

Capítulo VII. Nothin' But You (Parte 2)

Iuta
Después de lo ocurrido en casa de Marty la noche anterior, mi hermano Hans podía irse olvidando de que éste lo readmitiera en el bar. ¡Joder! Si al menos Tom le hubiese dado la oportunidad de explicarse… ¡Pero no! Ese imbécil tenía que estropearlo todo tratando de hacerse el héroe. Haciéndoles creer a todos que mi hermano era un cabrón, y que él sólo quería protegerlos de su ira injustificada.  
           
Victoria y Leonard tampoco iban a mostrar clemencia con él. Y mucho menos conmigo. Después del malentendido de la noche anterior, el retrasado de Tom, que con su carita de niño bueno le había hecho creer a mi hermano durante mucho tiempo que era su amigo, les convencería de que Hans y yo éramos basura. Víboras. Lo peor de este mundo. Y todo porque de vez en cuando a mi hermano le costaba un poco controlar su mal genio…
           
¡Joder! Ahora que había conseguido que Leonard no me odiara tanto… O al menos eso me había parecido a mí. En los últimos días no había estado tan desagradable, y sólo me había mandado a la mierda tres veces en una semana. Sí, nuestra relación había experimentado una “leve” mejoría. Puede que con el tiempo, incluso hubiésemos podido llegar a ser amigos. Pero ahora todo se había ido directamente a la mierda.
           
Solté un largo suspiro cansado, al tiempo que me detenía en un lugar relativamente remoto y solitario de la playa. Y hago especial énfasis en la palabra “relativamente”, porque en una playa de California, en pleno verano, nunca hay un lugar lo suficientemente tranquilo y apartado. Dejé la mochila con cuidado sobre la arena, y abrí la cremallera para sacar la toalla. Me gustaba tumbarme sobre ella y contemplar el despejado cielo californiano, tan diferente del de mi Alemania natal. Aquel cielo me relajaba, me daba una absoluta paz interior, hasta en los momentos más desesperados y angustiosos. Aquélla era una costumbre que había adquirido durante mi corta relación con Leonard. Él solía hacer lo mismo siempre que algo andaba mal. La playa era su medio de evadirse de la realidad…
           
Ay, Leonard. Jamás fue mi intención jugar con él. Lo cierto es que llegué a quererlo muchísimo, pero sólo como amigo. Y creo que no se puede culpar a una persona por el mero hecho de no amar a otra. Porque las personas no decidimos a quién amar, nuestro corazón decide. Y a veces nuestro corazón es tonto del culo…
           
Traté de explicárselo a Leonard muchas veces, pero él no quiso escucharme. Se empeñó en creer que yo lo había utilizado, que me había reído de él. Que había herido su ego masculino. Y lo cierto es que sí, lo hice. Pero no fue a propósito. Lo cierto es que no pude enamorarme de Leo. Porque Leo no era una mujer.


Leonard    
Estreché a Victoria fuertemente entre mis brazos, y la apreté contra mi cuerpo. Quería sentir cada fibra de su ser. Pero sobre todo, no quería que escapara de mí bajo ningún concepto. Ahora que había conseguido besarla, no iba a consentir que se arrepintiera y me dejara con las ganas. Aunque tengo que admitir que aquella última opción parecía más bien poco probable, pues Victoria se aferraba a mi cuerpo como si estuviera a punto de ahogarse y yo fuera un bote salvavidas.
           
Desde que llegó a Estados Unidos, apenas unos tres días antes, yo había tenido ya unos cuantos sueños con ella. Al despertar, me decía que me había pasado con las cervezas o con los porros de Michael, pero ya era inútil negarlo. Si aquella mujer aparecía en mis sueños, y no precisamente como una visión pura y angelical, era porque me gustaba de verdad. Y lo cierto es que en aquellos momentos me moría de ganas por hacerle las mismas cosas que le hacía en los sueños…
           
— ¡Eh, tíos! ¿Es que no os da vergüenza hacer esas guarrerías delante de los niños? ¡Idos a un hotel!
           
Los gritos de aquel padre de familia amargado nos cortaron el rollo completamente. Victoria se soltó de mis brazos y, peor aún, de mis labios. Se dio la vuelta, y muerta de vergüenza le dijo al tipo en cuestión:
           
— Señor, lo sentimos mucho…
           
— ¡¿Que lo sentimos?! — la interrumpí yo, indignado — Yo lo único que siento es que este señor nos haya interrumpido deliberadamente, y sin motivo alguno. ¡Tío — grité, dirigiéndome a él —, si tu mujer no te da lo que tiene que darte, no es culpa nuestra!
           
Victoria enrojeció aún más y se quedó mirándome con una mueca de desaprobación en su rostro. Yo le dediqué una divertida sonrisa, antes de agarrarla con decisión por la cintura y acercarla de nuevo hacia mí.
           
—  Cariño, ¿Por dónde íbamos antes de que este “señor” nos interrumpiera de forma tan grosera?
           
Victoria me miraba con los ojos muy abiertos, como si realmente estuviera asustada por mi conducta.
           
“Ja, pequeña. Todavía no has visto nada”, pensé con una sonrisa traviesa. Sin embargo, justo después de que mi mente elaborara ese pensamiento, me obligué a frenar. Victoria era una chica inexperta todavía. Más me valía ir despacio, aunque eso significara tener que contener mis instintos.
           
— ¿Quieres que volvamos a casa? — le pregunté con la voz más dulce que pude proyectar en aquellos momentos.
           
— Yo… La verdad es que no. Me gustaría quedarme un rato más contigo, si no te importa, claro.
           
La inseguridad y la timidez que impregnaban sus palabras eran una mezcla absolutamente explosiva. Una mezcla que, como no podía ser de otra manera, me provocó una enorme erección. Muerto de vergüenza, y temiendo que Victoria se diera cuenta, la aparté bruscamente de mí… But too late, bro…
           
La cara de Victoria en aquellos momentos era un poema. Y no precisamente uno de Bécquer…
           
— Esto… Yo, Victoria… Puedo explicártelo…
           
— No, no, de verdad. No tiene… importancia. Es sólo que, bueno me ha sorprendido… un poco.
           
Ni siquiera me miraba a la cara. Tenía la vista clavada en los hijos del hombre que antes nos había mandado a tomar viento fresco. Sus mejillas estaban teñidas de un rojo carmesí, y su postura era rígida, forzada.
           
“Genial, Leonard”, me soltó con sarcasmo la voz más pesimista de mi mente. “Si querías ir despacio con ella, te has lucido, pero bien”.
           
— Victoria, por favor, mírame — le pedí, al tiempo que le alzaba la barbilla dulcemente con mi mano derecha, para que me mirara directamente a los ojos —. Si ha pasado… esto, es sólo porque me gustas muchísimo, ¿comprendes? Me siento muy atraído por ti. Pero no sólo sexualmente — al pronunciar aquella última palabra, enrojeció aún más —, también me atrae tu interior. Eres dulce, divertida, y adorable cuando te sonrojas. No hay porque avergonzarse de esto, porque es algo completamente natural. Lo antinatural sería tratar de esconderlo. O incluso escandalizarse de ello.
           
— Tú también me gustas mucho, Leonard — replicó ella. El color había comenzado a abandonar sus mejillas —. Pero no… estoy acostumbrada a… Bueno, ya sabes a lo que me refiero.
           
Yo solté una sonora carcajada, que hizo que el señor que nos había llamado la atención antes se quedara mirándonos de nuevo con cara de pocos amigos. Su mirada decía a todas luces: “Como sigáis así, voy a llamar a la policía, y os detendrán por alteración del orden público”. Yo le dediqué una sonrisa risueña, al tiempo que inclinaba la cabeza en su dirección. El hombre profundizo su mueca de disgusto, antes de coger a su hijo pequeño en brazos y salir “huyendo despavorido” de allí.

“Gilipollas”, pensé, sin borrar la sonrisa de mi rostro.
           
— Sí, Victoria — repliqué, al tiempo que volvía toda mi atención a ella —. Sé a lo que te refieres. Todavía eres muy inexperta en según qué temas… Pero no te preocupes. No me importa ser tu profesor…
           
Victoria se quedó mirándome fijamente unos instantes antes de soltar una sonora carcajada. Gracias a Dios que el pesado de antes se había ido ya, porque sino, nos habría dedicado una de sus “cariñosas” miradas.
           
— Leonard, creo que estás yendo un poco deprisa, ¿no te parece?
           
Yo me quedé mirándola molesto. ¿Un poco deprisa? ¡Ni hablar! De hecho, me estaba conteniendo demasiado
           
— En absoluto. Tú me gustas, yo te gusto… ¿Dónde está el problema?
           
— Tom… Tom me besó…
           
— Sí — la interrumpí, incapaz de contener mi impaciencia —. Ya sé lo que ese… querido amigo mío hizo ayer por la tarde.
           
— Yo… Estoy confusa, Leonard. Lo cierto es que os tengo mucho aprecio a los dos y no quiero que tengáis problemas por mi culpa.
           
— Pero…
           
— No, Leonard — me interrumpió con voz cortante —. Por el momento, no quiero tener nada con ninguno de los dos, ¿de acuerdo?
           
Aquella respuesta me golpeó con fuerza en el estómago, como un balón de rugby lanzado a gran velocidad. No me había rechazado por Tom, pero tampoco quería salir conmigo. ¡¿Quién entiende a las mujeres?!
           
— Entonces, eso quiere decir que…
           
— Que os quiero sólo como amigos.
           
— De momento… — repliqué yo con una sonrisa picarona.
           
Victoria se echó a reír por mi tozudez.
           
— Sí, de momento.
           
“Eso es lo que tú te crees, reina”, pensé con una “malévola” sonrisa. Aquella mujer iba a ser mía antes de que acabara la semana…
           
— ¿Leonard? ¿Victoria? — nos llamó una conocida voz a nuestra espalda.
           
“No puede ser”, pensé con fastidio. Pero como casi siempre pasa en la vida, cuánto más deseas una cosa, menos probabilidades tienes de conseguirla. Me di la vuelta hacia el lugar de donde procedía la voz y allí me encontré, como me había temido, a la víbora de Iuta.
           
— ¿Es que no tienes suficiente con amargarnos la cena de anoche, que tienes que venir también a molestarnos en la playa? — le pregunté con un tono de voz tan corrosivo como el ácido.
           
— Leonard, por favor…
           
— ¿Hoy no has traído a tu hermano para que haga el trabajo sucio? ¿Piensas romperme tu misma la nariz? ¡No, claro! Pero qué tonto soy… A ti se te da mejor echarte a llorar para dar pena. Para que todo el mundo se crea, que el malo de la película soy yo…
           
La alemana se quedó mirándome con cara de corderito degollado. Sí, esa mirada en otros tiempos me habría roto el corazón, pero ahora, ya no sentía nada.
           
— Sólo quería venir a disculparme por…
           
— Ahórratelo — la corté con impaciencia —. Tu palabra vale menos que la de un político corrupto.
           
Iuta se quedó mirándome con los ojos vidriosos, a punto de llorar. Estaba claro que le había hecho daño. Pero no tanto como el que ella me había hecho a mí.
           
— Victoria, vámonos — le pedí, cogiéndola fuertemente por la mano y sacándola casi a rastras del agua.

martes, 26 de abril de 2011

¡Me han dado otro premio! ¡Yuuujuuu!

¡Hola, chic@s! Pues sí, me han dado otro premio. Esta vez ha sido Claro de Luna (muchas gracias, preciosa). En fin voy a pasar a las reglas:
La persona que lo creó, se lo dio a 10 blogs, esos a 9, esos a 8, ... Y así sucesivamente hasta llegar a mí. La persona que me lo dio (Claro de Luna), nos lo ha concedido a 5 personas, por tanto, yo tengo que pasárselo a 4 más. Y las personas que lo reciban de mí, tendrán que dárselo a 3 más. ¿Mola, eh? Procedo ahora a la entrega de premios:


1. Patricia, un clásico ya en mi entrega de premios. ¡¡Te lo mereces, preciosa!!
2. Serela, también un clásico en mi entrega de premios. Aprovecho para decirte que ¡¡el último capítulo de tu historia me encantó!! ¡Publica pronto!
3. Esthervampire, porque me acabo de enganchar a su maravillosa y desternillante historia de zombies XD.
4. A Inés García, ¡muchas gracias por tu apoyo!

lunes, 25 de abril de 2011

Capítulo VII. Nothin' But You (Parte 1)

Leonard
Los primeros rayos de sol me despertaron a la mañana siguiente, devolviéndome paulatinamente a la realidad, gracias a Dios. No. No gracias a Dios. Hacía tiempo que no tenía nada que agradecer a ese cabrón sin escrúpulos.
           
Me levanté de la cama con dificultad y lentitud. Me dolían todos los músculos de mi cuerpo. Pero poco podía hacer yo para remediar esa situación. “Tienes que dormir más”, me sugirió el médico en una ocasión. Yo le respondí: “No puedo. Cada vez que cierro los ojos veo a mi madre bañada en un enorme charco de sangre roja”. El médico, después de lanzarme una mirada asustada, me sugirió que fuera a ver a un psicólogo. “No has superado la muerte de tu madre”, me dijo. “De hecho, te sientes culpable. Sientes que no pudiste hacer lo suficiente por ella. Que murió por tu culpa. Tienes que enfrentarte al hecho de que se suicidó, y seguir con tu vida”.
           
¡Menudo gilipollas! ¿Por qué iba yo a sentirme culpable por la muerte de mi madre? Fue mi padre el que la mató a disgustos. Ni siquiera después de muerto fue capaz de dejarla en paz...
           
Unos golpes en la puerta me sacaron de mis cavilaciones.
           
— ¡Leonard! — me llamó Tom — Me voy a comprar unas cosas al supermercado, ¿necesitas algo?
           
“Sí, un buen surtido de barbitúricos para dormir durante una semana entera”, pensé con sarcasmo.
           
— ¡No gracias, Tom! Puedes ir en paz.
           
— Como quieras, tío — replicó, antes de salir de casa dando un fuerte portazo.
           
Me asomé a la ventana, sólo para ver cómo mi amigo se alejaba en dirección al supermercado del barrio. Todo un muchacho responsable y respetable… Sí, sin duda Tommy era la más absoluta antítesis de mi persona. Y aún así, llevábamos algo más de medio año viviendo juntos. Juntos, en el piso que antes había compartido con mi madre.
           
“Debería usted haberse cambiado de piso hace tiempo, señor Bierk”, me había dicho también el inútil del psicólogo. “Allí fue precisamente donde murió su madre. Le trae malos recuerdos. Le tortura el alma”.
           
“Claro, imbécil. Como si fuera tan fácil encontrar una casa”. Apenas tenía dinero suficiente como para hacer tres comidas al día, ¿cómo iba a poder permitirme alquilar un piso que estuviera en unas condiciones medianamente aceptables por menos de tres cientos dólares al mes?
           
Y el que necesitaba ayuda profesional era yo…
           
Sacudí la cabeza enérgicamente, en un intento por desterrar esos pensamientos de mi cabeza, y abrí la puerta de mi armario para coger ropa limpia. (Sí, aunque parezca increíble, en una casa donde viven dos hombres solteros es posible encontrar prendas limpias). Puesto que quería irme a correr un rato por la playa, me puse una camiseta vieja de manga corta con unos pantalones de deporte, y me recogí el pelo en una coleta alta. Cuando estaba a punto de atarme las deportivas, me vino a la mente, como si de un rayo se tratase, la “conversación” que habíamos mantenido Tom y yo la noche anterior.
           
“Esta tarde estuve con Vicky en casa de Marty. Y nos besamos”. ¿Por qué aquella última parte de su intervención me molestaba tanto? No. No sólo me molestaba, me quemaba por dentro. Como un hierro candente, retorciendo mis entrañas. ¿Acaso no eran ambos libres de hacer lo que les diera la gana con sus respectivos cuerpos? ¿Acaso no eran ambos libres de besarse, tocarse, y follar todo lo que quisieran?
           
Di un fuerte puñetazo contra la puerta del armario en cuanto aquella última frase pasó por mi mente. Por algún motivo que todavía no era capaz de comprender, con sólo imaginarme a Victoria, desnuda entre los brazos de mi amigo, la sangre me hervía de profunda ira. Nunca me había sentido tan furioso y desesperado al mismo tiempo. Nunca había tenido tantas ganas de matar a alguien. ¿Pero matar a quién? ¿A Tom, mi mejor amigo? ¿A Vicky, una mujer dulce e inocente que despertaba mis pasiones más primitivas?
           
No. Sin duda estaba enfocando las cosas desde una perspectiva equivocada. Muy contrariamente de lo que la gente cree, no soy un hombre violento. Lo cierto es que soy tan manso como un corderito… Hasta que alguien me toca los huevos. Y la noche anterior, Tom me los había tocado, y mucho. Por eso me había encerrado en la habitación tan rápidamente. Tom es mi mejor amigo, mi hermano. Él es la última persona del mundo con la que querría pelearme.   
           
En cuanto estuve listo, cogí las llaves de casa y el walkman y salí de casa. Cuando ya estuve en la calle, me puse los auriculares, y subí el volumen a tope. Empezó a sonar la atronadora “Fight For Rock”, del grupo alemán Warlock. Había pocas mujeres músicas dentro de la industria del heavy metal. Pero con su voz, Doro Pesch demostraba que aquel tipo de música no estaba reservada sólo para hombres.
           
Por el camino, me encontré con una vecina de mi edificio, a la que conocía desde que era un crío. Acababa de salir de misa, y cuando pasó por mi lado, no disimuló su mueca de asco.
           
— Buenos días, señora Rose, ¿qué tal ha ido hoy el sermón del cura? — le pregunté con una sonrisa risueña — ¿Ha acabado montándoselo con alguna feligresa en el confesionario?
           
La señora Rose me lanzó una mirada envenenada, pero no se molestó en contestarme. En lugar de eso, siguió su camino, “con la cabeza bien alta”.
           
“Amargada”, pensé con una media sonrisa.
           
— ¿Leonard? — oí que me preguntaba una dulce voz a mi espalda.
           
Me di la vuelta para encontrarme de frente con Victoria, justo cuando en mi walkman empezaba a sonar “She loves You” de los Beatles.
           
— Victoria, hola — la saludé, al tiempo que una estúpida sonrisa asomaba a mis labios inexorablemente.
           
— ¿Qué haces por aquí? — me preguntó con su característica sonrisa tímida.
           
— Pues… La verdad es que me iba ahora a la playa a correr un rato. ¿Te gustaría acompañarme? — le sugerí, pues a pesar de que en un principio me había apetecido estar solo, ahora quería quedarme a solas con ella. Tenerla sólo para mí… ¡¡¿¿Qué narices me estaba pasando??!!
           
“She says she loves you/ And you know that can’t be bad./ Yes, she loves you/ And you know you should be glad”, gritaban los Beatles contra mis oídos.
           
Me quite los auriculares y apagué el walkman. El bullicio urbano propio de la ciudad inundó de nuevo mis oídos. Mucho mejor así…
           
— Bueno, la verdad es que no llevo la ropa adecuada para correr… — trató de excusarse ella —. Además, no estoy acostumbrada a hacer deporte.
           
— Tranquila, iremos despacio. A tu ritmo — repliqué, esbozando una sonrisa amable. Sin embargo, por dentro, mi sangre era puro fuego líquido. “A tu ritmo”. Sí, me encantaría ir a su ritmo, pero en la cama…
           
— En fin, ¿qué me dices? — le pregunté, en un intento por apartar esos “pensamientos impuros” de mi mente.
           
— Yo… Sí, ¿por qué no?
           
Mi sonrisa se ensanchó.
           
— Genial.


Victoria
           
Nos pasamos la mañana corriendo por la playa. Lo cierto es que yo siempre he sido una chica debilucha, que siente más bien tirria por los deportes, por lo que en un principio creí que aquella mañana iba a ser una auténtica tortura. Pero nada más lejos de la realidad. Con Leonard a mi lado, la mañana podía ser de todo menos aburrida.
           
— ¿A qué no te atreves a bañarte con ropa? — me desafió con una pícara sonrisa, más propia de un niño que sabe que está haciendo una travesura, y le gusta.

— Por supuesto que no — repliqué —. Si llego a casa con la ropa mojada y manchada, Úrsula me matará.
           
Aquello pareció divertirle más aún.
           
— ¿En serio? — me preguntó, antes de cogerme en brazos de forma repentina, y sin esfuerzo aparente — ¿No te apetece poner a prueba su paciencia?
           
Yo negué enérgicamente con la cabeza. Y como si aquello hubiese sido una invitación por mi parte, el pelirrojo soltó una carcajada de júbilo, antes de quitarse las deportivas y adentrarse en el mar, conmigo en brazos.
           
— ¡Leonard, estás loco! — le grité, al tiempo que me echaba a reír como una tonta. Úrsula iba a cabrearse, y mucho, cuando viera el estado en que iba a quedar mi ropa después de aquella “velada”. Pero mientras tanto, tenía que disfrutar, ¿no?
           
Unos segundos después, cuando ya estábamos a bastante profundidad, me lanzó al agua. Yo apenas era consciente de que los bañistas que había a nuestro alrededor nos miraban. Algunos con envidia, otros con desaprobación. Algunos, los menos, compartían nuestra alegría.
           
— ¡El agua está buenísima, Victoria! — exclamó Leonard sin dejar de reír.
           
Fue entonces cuando me di cuenta de que el pelirrojo casi siempre me llamaba Victoria. Era como si intuyera que con el diminutivo de “Vicky” no me encontraba del todo cómoda.
           
“Un hombre inteligente e intuitivo. Qué novedad”, pensé con una sonrisa.
           
— ¡Hacía años que no iba a la playa! — confesé, al tiempo que comenzaba a nadar en dirección a Leonard.
           
Él me lanzó una mirada incrédula.
           
— ¿Cómo es eso posible, pequeña? Tenía entendido que en España teníais unas playas increíbles.
           
— Bueno, lo cierto es que prefiero el campo — me defendí.
           
Leonard me lanzó una fingida mirada de contrariedad.
           
— ¡¿El campo?! — replicó con incredulidad — ¡¿Con las cabras?!
           
— En el campo hay más cosas aparte de cabras — le contesté, muy ofendida.
           
Aquella respuesta por mi parte le hizo soltar una sonora carcajada.
           
— Ay, Victoria. Hacía tiempo que no me reía tanto, te lo juro.
           
Yo me uní a sus risas con ganas.
           
— Yo tampoco, Leo… ¿Puedo llamarte Leo, verdad?
           
El pelirrojo me lanzó una mirada pícara, antes de contestar:
           
— Puedes llamarme como tú quieras, cariño…
           
El tono tan sexy y sensual con el que me dijo esto último, hizo que me pusiera roja como un tomate. Muerta de vergüenza, aparté la mirada del rostro del pelirrojo.
           
— Ey, Victoria — me dijo con voz dulce, al tiempo que me alzaba la barbilla con el dedo índice —, si te ha molestado lo que te he dicho, perdóname. No era mi intención que…
           
— No, no — le corté yo —. No tiene importancia, de verdad.
           
— Me alegra oír eso.
           
— ¿Ah sí?
           
Él asintió con la cabeza, al tiempo que se acercaba a mí peligrosamente.
           
“Ay, Dios mío”, pensé con agitación. El pelirrojo me rodeó la cintura con sus fuertes brazos, estrechándome contra su pecho, atrapándome con su cuerpo.
           
— Eres tan hermosa… — susurró contra mi oído, al tiempo que me apartaba un mechón de pelo de la cara. Tras esto, atrapó mis labios con los suyos en un beso hambriento y desesperado.

sábado, 23 de abril de 2011

Capítulo VI: A Real Mean Team (Parte 2)

Bueno, chic@s, aquí os traigo un nuevo capítulo de "Fight For Rock". No obstante, antes de que empecéis a leer, me informaros y preguntaros algunas cosas. Lo primero es que Esthervampire me ha hecho una entrevista que ya podéis leer en su blog, la dirección es: http://esthervampire.blogspot.com/2011/04/entrevista-athenea.html?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+blogspot%2FASNF+%28Esthervampire+--+Mi+Lado+Oscuro%29 Espero que os paséis y que os guste ^^. Me gustaría también dar las gracias a Esther por hacerme la entrevista. Ha sido un verdadero honor :)

Aprovecho también para haceros una pregunta que llevo varios días planteándome: ¿Creéis que en la historia hay demasiados diálogos en inglés? Si los pongo es para hacer la historia más realista, y desde el principio he partido de la base de que todo el mundo sabe inglés y que, por tanto, se iba a entender todo, pero luego me he dado cuenta de que a lo mejor hay alguien que no lo entiende. ¿Creéis que debería dejar de poner tantos diálogos en inglés, o incluso traducirlos? En fin, espero ansiosa vuestra respuesta

Y por último, quiero comentaros algo referente a la historia. Hasta ahora, la única narradora ha sido Victoria, pero ahora me veo en la necesidad de hacer que hablen otros personajes. En este capítulo, concretamente, va a hablar Tom. En fin, no me enrollo más. Espero que disfrutéis con la lectura. ¡Un beso! 




Las palabras salían en tropel de sus labios, desesperadas, furiosas, creando una rítmica melodía que llenaba la habitación, rasgando el aire. Sus voces no eran más que instrumentos desafinados, tratando de entonar una frenética e incoherente canción que liberara toda la rabia que los consumía…
           
Get the fuck out of my house, you fucking piece of shit!
           
Shut the fuck up, bitch!
           
I’m not gonna shut the fuck, asshole! I don’t want you to be at my home! In fact, we didn’t invite you, why are you here?
           
I wanted to apologize, stupid hooker!
           
If you keep talking to my wife in this way, I will kill you, motherfucker!
           
Please, Hans, let’s go home before someone gets hurt. I didn’t want things to end like this…
           
Yeah, Iuta. Of course you didn’t want it. You never want to hurt anybody. You’re a saint… For Goodness sake!
           
La cabeza iba a estallarme de un momento a otro. De nuevo, sentía que el idioma inglés se me había olvidado por completo. Me sentía incapaz de decir una sola palabra coherente en ese idioma. Genial, sencillamente genial. Justo en el momento en que más falta me hacía…
           
— ¡Por favor! — grité en español, desesperada — ¡Callaos de una puta vez!
           
De algún modo, conseguí hacerme oír por encima de las voces de aquellos dementes, y, un segundo después de haber soltado aquellas palabras, en un idioma ininteligible para la mayoría de los allí presentes, se hizo el silencio. Abrí los ojos, que había mantenido hasta ese momento cerrados con fuerza. Todos me estaban mirando. Pero fue Tom el único que se atrevió a acercarse a mí con el semblante lleno de preocupación.
           
Darling, are you ok?
           
Respiré hondo y cerré los ojos de nuevo, tratando de relajarme.
           
— No — por suerte la negación se expresa igual en castellano que en inglés. 
           
Do you want…?
           
— ¡Quiero que os vayáis todos a tomar viento fresco! — lo interrumpí, furiosa, y hablando de nuevo en español.
           
Abrí los ojos de nuevo. Hans y su hermana habían recogido ya sus cosas y estaban abriendo la puerta para marcharse de allí. Leonard los estaba fulminando con una mirada envenenada y Marty y Úrsula se habían quedado en el centro de la sala sin saber muy bien qué hacer.
           
Let’s have dinner! — propuso Marty, tratando de quitar hierro al asunto.
           
I’m not hungry anymore — repliqué muy cabreada. El inglés había vuelto a mi cerebro en el momento más oportuno.
           
Y aunque no podía obviar el hecho de que estaba en casa de mis tíos, en un país extranjero, y de que lo que yo pensara en aquellos momentos poco importaba, no pude sino seguir mis instintos. Y éstos me decían que dejara a mis tíos y a mis nuevos amigos con la palabra en la boca, y me encerrara en mi habitación, no sin antes dar un buen portazo.
           
Tom hizo ademán de seguirme, pero Leonard lo agarró fuertemente del brazo y le dijo:
           
— Déjala. Necesita estar sola en estos momentos.
           
Tom se quedó mirando a su amigo poco convencido, pero finalmente asintió con la cabeza, más resignado que conforme con la situación.
           
Cuando estuve en mi habitación, me dejé caer pesadamente sobre la cama. Habían pasado demasiadas cosas aquel día. Demasiadas como para poder asimilarlas de golpe. Primero estaba aquella misteriosa chica, Emma, que aquella misma mañana se había portado conmigo de una forma de lo más hostil, sin motivo alguno, pues no me conocía de nada. Tampoco había venido a la cena, a pesar de que a ella que la habían invitado.
           
Luego estaba el beso de Tom, que por mucho que lo intentara, no conseguía sacar de mi cabeza. Todavía podía sentir el roce de sus labios sobre los míos, sus manos sobre mi cuerpo… Y sin embargo, tampoco podía dejar de pensar en Leonard. ¡¿Qué diablos me estaba pasando?! Hacía poco más de una semana ni siquiera tenía amigos, y ahora, no dejaba de comerme la cabeza porque me gustaban al mismo tiempo dos chicos maravillosos…
           
Pero lo que más me devoraba por dentro era la historia de mi tía Úrsula. Una historia que nunca nadie, ni mis padres, ni ella misma, me había contado.  Y eso me llevaba a preguntarme si realmente conocía a mis tíos. A Marty acababa de conocerlo, y, aparte de que era propietario de un bar heavy, y de que tenía unos amigos muy raritos, no sabía nada sobre él. Con Úrsula, sin embargo, me había llevado una gran decepción. Yo creía que éramos amigas, y ella no había confiado lo suficiente en mí como para contarme aquel hecho sumamente trascendental en su vida. ¿Qué más cosas me estarían ocultando? ¿Tenían escondido un cadáver putrefacto en la alacena? ¿Eran traficantes de drogas? O peor aún, ¿Sería Marty miembro de la Mafia Italiana? ¿Habría mandado a alguien a dormir con los peces?  

Shut the fuck up!”, le ordené a mi mente. Aquella frase me recordó a lo que Hans le había dicho a mi tía apenas unos momentos antes: “Shut the fuck up, bitch!”
           
¿Sería cierto eso que decía de que había venido a disculparse? Hans no parecía la clase de persona que se disculpa sin más. Claro que ni Tom ni mis tíos le habían dado la oportunidad de explicarse. Y no digamos Leonard…
           
Unos golpes en la puerta me sacaron de mis cavilaciones.
           
— Victoria, soy Marty. ¿Puedo pasar?
           
Medité unos segundos la respuesta.
           
— Sí, supongo que sí.
           
La puerta de la habitación se abrió un segundo después, abriendo paso a mi tío, que llevaba en sus manos una bandeja llena de comida.
           
— Ya os he dicho que no tengo hambre — le solté, sin tan siquiera darle tiempo a hablar.
           
Me estaba comportando de una forma de lo más inmadura y lo sabía, pero no veía la forma de evitarlo.
           
— Cariño, necesitas comer algo — me pidió, con una débil sonrisa —. Sé que este día ha sido… — hizo una pausa, como si estuviera buscando las palabras adecuadas. Después añadió —: Muy largo para ti. Tom me ha contado que te besó esta tarde…
           
— ¡¿Te lo ha contado?! — estallé — ¡¿Pero cómo se atre...?!
           
— Cariño, no te enfades con él. Él sólo me lo comentó porque…
           
— Déjame adivinar — le corté de mala gana —, te lo cuenta todo. Absolutamente todo. Incluso cuando estáis peleados…
           
Aquél había sido un golpe bajo. Me di cuenta de eso justo después de haber soltado aquellas palabras. No podía comparar la relación que Marty tenía Úrsula con la que tenía con Tom. Y sin embargo, lo había hecho. Me había burlado de él, de su matrimonio, y de sus buenas intenciones.  
           
— Marty, por favor, perdóname — le supliqué en un tono mucho más sumiso —. Soy una bocazas. No debería haberte dicho nada de eso. Tú sólo estás tratando de arreglar las cosas y yo, voy y te recrimino que…
           
— No pasa nada, cariño — replicó Marty, recuperando de nuevo su buen humor. Hablando de personas bipolares… —. Es normal que estés un poco estresada. Será mejor que cenes y después te vayas a dormir.
           
Yo asentí con la cabeza. Lo cierto era que me estaba muriendo de sueño. Pero justo en ese momento caí en la cuenta de que Tom, Leonard y Úrsula seguían en el piso de bajo, y de que ni siquiera me había despedido de ellos como Dios manda.
           
— Tom y Leonard se han ido ya a casa, Victoria — dijo Marty, respondiendo a mi pregunta no formulada.
           
— ¿Se han ido por…— me costaba pronunciar aquellas palabras — mi culpa?
           
— ¡No, no, cariño! Por supuesto que no. Simplemente es que, bueno, después de lo ocurrido con Hans y Iuta se nos han ido a todos las ganas de cenar, ¿sabes?
           
Y tanto que lo sabía. Yo había sido la primera en huir despavorida.
           
— En fin. Será mejor que te deje descansar — concluyó, con una enorme sonrisa, antes de salir de mi cuarto y de dejarme completamente sola.
           
¿Por qué no había venido Úrsula a hablar directamente conmigo? ¿Por qué siempre mandaba a Marty a “hacer el trabajo sucio”? ¿Acaso no se atrevía a hablar conmigo? ¿Tenía miedo de que le mordiera? ¿O es que no era lo suficientemente madura como para enfrentarse cara a cara con su sobrina?
           
Demasiadas preguntas sin respuesta.  Al día siguiente hablaría con ella y le dejaría claro que ya no era una niña, y que por tanto, no merecía ser tratada como tal. También tendría que hablar con Tom y dejarle claro que… ¿Qué? ¿Iba a dejarle claro que no tenía nada claro con respecto a mis sentimientos hacia él?
           
“¡Joder, Victoria, vete a dormir y mañana ya pensaras que hacer!”, me pidió la voz más pragmática de mi mente. Decidí hacerle caso, por lo que cogí mi camisón de gatitos del armario, me lo puse, y me metí en la cama, dispuesta a dormir plácidamente hasta el día siguiente.


Tom 
— ¡Haz el favor de calmarte, Leonard! — le pedí, alzando la voz un poco más de lo que había pretendido.
           
Mi amigo me estaba fulminando con la mirada, con las manos cerradas en un puño, y la mandíbula tensa. Saltaba a la vista que ardía en deseos de pegarse con alguien. Y ese alguien, era Hans.
           
— ¡¿Qué me calme?! ¡¿Cómo quieres que me calme?! — me gritó, fuera de sí.
           
— Será mejor que nos vayamos a casa, colega — le sugerí, a sabiendas de que si nos quedábamos en la calle, el pelirrojo iba a dar la nota.
           
Leo se quedó en silencio unos segundos, como si estuviera meditando mis palabras. Finalmente, me dijo:
           
— Sí, supongo que tienes razón.
           
Leonard y yo vivíamos en un edificio de apartamentos que estaba a unas manzanas de casa de Úrsula y Marty. Mi madre me había echado de casa hacía aproximadamente medio año, porque no le caía demasiado bien a su novio. Claro que aquélla no era más que una verdad a medias. Lo que no le gustaba a ese cabrón era que lo hubiera denunciado a la policía por las palizas que le propinaba a mi madre día sí, y otro también.
           
La situación de Leonard no era mucho mejor. Su padre había muerto hacía un año, en un burdel de mala muerte en la frontera con Méjico. Según parecía, había intentado propasarse con una prostituta, y su chulo le había enseñado cómo se debía tratar a una dama. La madre de Leonard se había suicidado poco después, incapaz de soportar la vergüenza y las habladurías de los vecinos.
           
Podría decirse que sólo nos teníamos el uno al otro. Vivíamos juntos, y nos cuidábamos mutuamente. Aquel pelirrojo orgulloso y testarudo era para mí mucho más que un hermano.
           
Nos pasamos el camino hacia casa en completo silencio. Sólo se oía el ruido de nuestras botas al impactar contra el suelo de la calle. Le lancé a mi amigo varias miradas durante el trayecto. Parecía un león a punto de atacar a su presa. Daba gracias a Dios porque Hans no estuviese delante en aquellos momentos, porque sino, mi amigo habría sido capaz de arrancarle la cabeza de cuajo.
           
No tardamos mucho en llegar a casa. Saqué dos cervezas de la nevera y un paquete de papas de uno de los armarios de la cocina. Ninguno de los dos teníamos mucha hambre aquella noche.
           
Nos sentamos en el sofá de cuero que había frente al viejo televisor en el salón, y abrimos las cervezas, mirando al vacío. Sin decir una sola palabra. El silencio estaba empezando a ser realmente insoportable, en especial para una persona como yo, que hablo por los codos, así que, decidí sacar un tema de conversación, que en aquellos momentos a mí me pareció bastante inofensivo… My mistake…
           
— Esta tarde estuve con Vicky en casa de Marty.
           
Leo me lanzó una mirada indiferente, como si aquella historia le importara más bien poco.
           
— ¿En serio? — preguntó con desgana.
           
— Sí — repliqué yo, esbozando una sonrisa —. Y nos besamos.
           
El semblante de Leonard cambió de forma radical cuando aquellas palabras salieron de mis labios. Ya no había indiferencia en sus ojos, ahora los cubría otro sentimiento más profundo, más… primitivo. Estaba furioso. Y al mismo tiempo, se sentía dolido.
           
— ¿La has besado? — me preguntó con la voz tan cortante como un cuchillo afilado — ¿Piensas tirarte a Vicky, tío? ¿Has olvidado que es la sobrina de Marty y Úrsula? ¡¿Dónde coño tienes la cabeza?!
           
— ¡Yo no quiero tirarme a Vicky! — repliqué ofendido. Al menos no quería hacer solamente eso con ella…
           
— ¡Eres más gilipollas de lo que pensaba! — me soltó, antes de dejar la cerveza sobre la mesita del café, levantarse del sofá de un salto, y encerrarse en su habitación dando un fuerte portazo.
           
Fue entonces cuando me di cuenta de que Leonard había olvidado por fin a Iuta.